Las sales se adhieren con más fácilmente a las tuberías de agua caliente y a las superficies de los equipos que funcionen o produzcan agua caliente. En las casas, unos ejemplos sencillos son las cafeteras y los calentadores de agua. El calcio y magnesio al adherirse a las resistencias de los calentadores crean una película que dificulta o imposibilita el contacto del agua con dichas resistencias, provocando que se sobrecalienten (aumentando también el consumo eléctrico), así como el colapso y avería de la resistencia.
Las aguas duras (en Canarias sabemos de ello), al reaccionar con el jabón, reducen su capacidad espumosa, obligando a aumentar el tiempo de uso (mayor consumo eléctrico). Los detergentes también son afectados, forzando a emplear mayor concentración del producto para cumplir con su misión de lavado (aumenta el gasto en productos).
Además, se produce un incremento de corrosión galvánica al contactar con los iones de estos metales, teniendo como resultado que las paredes del calentador se corroen más rápidamente, lo que conlleva el cambio más frecuente de los ánodos de sacrificio (se ponen para que sean ellos los que atraigan la corrosión, y su recambio más frecuente, significa o más gasto, o si no se hiciera, la rotura de los equipos).
Equipos de osmosis inversa, hacen pasar el agua a través de una membrana semipermeable, aplicando altas presiones. El agua filtrada atraviesa la membrana, que retiene los minerales e impurezas. La presión necesaria lo indica la clase de membrana que montemos.
Estos equipos son, normalmente, usados para depuración del agua de abasto, para cocinar y beber. Pero la contínua necesidades de mantener limpias las membranas, así como la baja capacidad de producción de agua los hace poco prácticos para el consumo total de una vivienda. Si bien hay en el mercado modelos industriales para grandes capacidades y caudales de agua.
El agua pasa por un racor (o conector mecánico de tubos) con zeolita (compuesto químico a base de sales de sodio o potasio). Los iones de calcio y magnesio sustituyen a los iones de sodio o los de potasio, con lo que el sodio o potasio liberados, no se adhieren a las paredes de las tuberías ni reacciona con el jabón, solucionando así ambos problemas.
Con el tiempo, el sodio se ve sustituído completamente por calcio o magnesio, dejando de contribuir a “suavizar” el agua, por lo que es obligado reemplazar la zeolita saturada, por una nueva. No obstante, hay equipos en el mercado, que permiten hacer una regeneración química de la zeolita.
El mecanismo de acción se basa en la aleación especial de metales utilizada en los dispositivos descalcificadores, así como en la provocación de turbulencias y cambios de presión. Al unirse con el aumento de la acidez (Ph) producido por la aleación para inducir la precipitación del carbonato de calcio en el agua, el equipo actúa como un catalizador. Así, los “coloides” formados no tienen posibilidad de depositarse en las paredes y formar incrustaciones, ni de aglutinarse, por lo que la propia circulación del agua desincrusta los depósitos.
El agua descalcificada se calienta antes, ya que la cal es un componente aislante del calor. Teniendo en cuenta que usamos agua caliente constantemente, ya sea para cocinar o para la higiene personal, el ahorro en luz puede ser considerable.
El agua dura requiere mucho más detergente para limpiar, además de que estropea los electrodomésticos. Instala un descalcificador en tu casa y ahorra en consumo de gel, champús, suavizantes, productos de limpieza y reparaciones de electrodomésticos.
El agua dura afecta a nuestra salud cutánea, resecándola y generando caspa. Si además tú o algún miembro de tu familia tiene la piel sensible, el agua dura le provocará más picores y rojeces de lo normal. Al instalar un descalcificador y eliminar la cal del agua, podrás disfrutar de un agua más blanda y suave en beneficio de tu piel y cabello.